UN PUEBLO DE ANTAÑO (CUENTOS SALVADOREÑOS)

Es difícil separar el ayer bien vivido de la realidad actual y no comparar mejores tiempos, llenos de tranquilidad, armonía, y trabajo arduo, especialmente en el campo. Si bien es cierto hubo grandes terratenientes, voraces, y malos patronos en su trato hacia los trabajadores humildes a quienes además les pagaban mal, no todos eran malas personas y muchos veían al campesino como su semejante, basados en tradiciones cristianas. El autor puede dar fe de cómo fue la relación de su familia, dueña de una pequeña propiedad, con sus vecinos menos favorecidos, y mejor aún, con mozos y colonos que laboraban y convivían parte de su vida día a día, cuando entonaban la canción del trabajo bajo el sol inclemente para lograr su salario, una parte de sus alimentos, y disfrutar pequeños momentos de solaz y relajación en sus jornadas. La relación era muy estrecha y de respeto porque se trabajaba hombro a hombro para sacar las cosechas, arreglar la arboleda de sombra en el cafetalito, y hacerlo producir los granos de oro que sostendrían sus salarios y alimentos durante todo el año. En esas propiedades más pequeñas no había trabajo de temporada, las personas duraban por largos años en sus puestos y la relación patrono-empleado se volvía menos rígida con el paso del tiempo, fomentando amistades para toda la vida. Nacido en San Salvador el 8 de Septiembre del 1954, el autor vivió su infancia y adolescencia en Quezaltepeque, el Pueblo Hermoso que sirve de tierra fértil para los recuerdos ocultos en su mente, y deleitarse con ellos, Por ahí desfilan amiguitos de la niñez, la vida pueblerina y del campo, la ingenuidad, la inocencia y picardía de los niños y jovencitos de esa época.